lunes, 20 de mayo de 2013

La música en Colombia



Para comprender el desarrollo musical de Colombia, es necesario tener en cuenta las condiciones sociales en las cuales se ha venido formando nuestra nación a partir de tres culturas: La aborigen americana, la española y la africana.

Influencia española:
Las expediciones españolas fueron regimientos de hombres de diferentes clases sociales y niveles de cultura, que luego de los prolongados viajes, encuentros sangrientos y pasajeras alianzas con los aborígenes, se dieron a la tarea de tener relaciones con las mujeres indígenas; esta situación se presentó debido a que los españoles no enviaron al principio familias, matrimonios o mujeres en sus expediciones.

Con la creación de los centros coloniales y el éxito de las grandes haciendas, la mezcla entre españoles e indígenas a nivel popular aumentó y se difundió, pero no dejo de ser una situación de desventaja y verguenza para los nacidos de estas uniones, a los cuales despectivamente se los llamaba "mestizos", que no gozaron de libertades o buenas garantías sociales. Pero esta mezcla no fue sólo de razas; recordemos que los aborígenes colombianos y los españoles tenían su propio idioma, religión, danzas, instrumentos musicales, artes y principios morales que comenzaron a influirse mutuamente para originar una cultura mestiza.

Influencia Africana:
Los aportes culturales africanos nos han llegado en dos épocas diferentes y en condiciones sociales distintas.  Los primeros, se iniciaron con los  rabes del Norte del África y su invasión y dominación de España (siglo VIII al XV D.C.); los españoles asimilaron durante 800 años buena parte de la cultura Afro-arabe y luego nos transmitieron esos valores culturales a partir del siglo XV D.C.

Los segundos aportes se iniciaron a partir del siglo XVI con la llegada de los esclavos africanos, recibiendo nosotros su influencia en forma directa. Dada la destinación de los esclavos (minería, ganadería y agricultura), los sectores de los ríos Magdalena y Cauca y la costa Pacífica. Si bien es cierto, el comercio de los esclavos africanos comenzó a disminuir en el siglo XVIII y se frenó en el siglo XIX con la ley de la abolición de la esclavitud, la cultura africana continuó mezclándose con la española  y en algunos sectores con la indígena, hasta transformarse actualmente en una de las raíces profundas de nuestra cultura colombiana.

NIETZSCHE Y LA MÚSICA


Sin la música la vida sería un error

Por Eric Blondel

 

Para Nietzsche la música expresa, más que cualquier otro arte, la realidad de la voluntad de poder, ella es, aun trágica y melancólica, el estimulante de la vida. Compositor, escribió mucho sobre música.


«Sin la música la vida sería un error» (Crepúsculo de los ídolos, § 33). Esta magnífica declaración de amor a la música, que Nietzsche ha repetido en sus cartas a Peter Gast y a Georg Brandes, no se limita a una pasión personal. Nietzsche no es dado a los elogios. Él ha comparado a menudo la música con Circe por su poder equívoco: La música es un hechizo, (Carmen), ella embruja, pero también pervierte y absorbe completamente a sus auditores. «Cave musicam!» -¡Cuidado con la música!- (Humano, demasiado humano. Prefacio, § 3). De una forma bastante ambigua, Nietzsche ha escrito también que ¨es un prejuicio corriente en los filósofos creer que toda música viene de las Sirenas¨. (La Gaya scienza, § 372). Lo que es seguro, es que a la declaración citada en el epígrafe, Nietzsche le confiere innegablemente un alcancemetafísico. El apotegma vuelve a colocarse a nivel de las intenciones del Creador: la vida deseada por Dios para los hombres no tendría sentido si faltara la música, la Creación estaría perdida si el mundo no incluyera la música. He aquí pues una suerte de Gloria in excelsis bajo la pluma del ateo Nietzsche, dirigido no a Dios, sino al mundo y a la vida. Sin música, la vida sería un error, así como, sin el Amor, la gracia y el Poder absoluto, Dios no sería Dios, sería un concepto fallido, una especie de diablo cojo.

Dios ha muerto. La vida es pues la única realidad. Y Nietzsche llama amor fati, afirmación, esta aprobación de la vida y de la realidad en todos sus aspectos, trágicos, fisiológicos, sensibles, afectivos, este «Fasagen» (dire-oui) «decir-sí» al mundo y a la vida, que las problemáticas metafísicas clásicas llamaban «Teodicea» (justificación de Dios). En este sentido, se podría atrever a decir que, para Nietzsche, la música es la justificación del mundo y de la vida, el «principio de razón suficiente», mejor aún, para hablar como Leibnitz, el «principio de lo mejor».
Pero cuál música, y en qué sentido la música define la vida, ¿expresa, según Nietzsche, el fondo y la perfección de la vida? Las preferencias y las intolerancias de Nietzsche en materia de música (géneros, estilos, compositores, técnicas armónicas y de contrapunteo) van a la par con su psicología, su cultura y su historia personal. Preferimos pasar rápidamente sobre sus gustos idiosincrásicos, para consagrarnos más bien a la concepción filosófica –usamos la palabra «metafísica»-, que ha propuesto a lo largo de toda su obra. Naturalmente, no haría falta recordar que la música esta relacionada íntimamente con todos los aspectos de la vida de Nietzsche: se ha escrito mucho sobre la música en general, sobre los compositores en particular, de su tiempo o del pasado. Así, un buen número de parágrafos de la segunda parte de Humano, demasiado humano, ya sea en Miscelánea de opiniones y sentencias (particularmente § 171) o en El viajero y su sombra (§§ 149 a 169) tratan de la música y de los músicos (alemanes en particular) en el marco de un análisis de la cultura alemana (Bach, Händel, Beethoven, Mozart, Schubert, Schumann...). Pero, evidentemente es sobre Wagner que Nietzsche concentra sus análisis, luego sus críticas cada vez más virulentas y finalmente sus embestidas panfletarias. Este «Privilegio» lo es, porque los dos hombres han sido bastante cercanos durante gran parte de los años 70 (el período en Basilea de Nietzsche), cuando Nietzsche se adhirió profundamente al hombre y sobre todo que amó profundamente su música, cuando incluso le opone públicamente (post mortem), sin que por otra parte creérselo mucho en su fuero interior, la Carmen de Bizet. Y es este conocimiento íntimo del hombre y de la obra que hace que Nietzsche haya visto en Wagner, el símbolo por excelencia de lo que aborrecía y temía como decadente, demagógico, anti-artístico y moralizador en la cultura alemana y –es necesario decirlo- en él mismo, un poco de la misma manera que ha combatido violentamente en él mismo y en la filosofía, este epítome del pensamiento metafísico, que era a su manera de ver Schopenhauer.

Es mejor preguntarse qué música escuchaba Nietzsche: ello nos puede guiar hacia la cuestión más central de saber, que papel le asignaba en la cultura, y luego cuál es la relación metafísica con la vida. Se trata pues, menos de los gustos del hombre Nietzsche, que de la importancia para la vida. Ahora bien, Nietzsche trastoca las cartas por el ejercicio despiadado del espíritu crítico moral y filosófico contra sus propios afectos, filosóficos, literarios o musicales. Una indicación está dada en Ecce Homo (Por qué soy listo § 7) ¨Aquello que en cuanto a mí exijo verdaderamente a la música. La música debe ser serena y profunda como una tarde de octubre. Que sea desenvuelta, tierna, una mujercita llena de abyección y de gracia. No admitiría jamás que un alemán sea capaz de saber lo que es la música... Yo mismo, soy bastante polaco, para dar por Chopin lo que queda de la música¨. Pasamos sobre la alusión al personaje amoral que es Carmen. Pasamos incluso sobre la pulla a los alemanes bajo el pretexto de orígenes polacos, por lo demás puramente imaginarios. Lo que Nietzsche quiere decir aquí debe comprenderse por una doble reacción a la concepción de la música y del arte, que Nietzsche ha encontrado en su maestro venerado y deshonrado Schopenhauer. Primero, como se puede constatar desde el Nacimiento de la tragedia (§16) hasta Ecce homo, Nietzsche estima como Schopenhauer, que la música expresa la esencia de toda vida. En el capítulo 52 del Mundo como voluntad y como representación, Schopenhauer escribe que la música es la expresión del mundo, del ser verdadero, es decir afectivo, de la realidad, del mundo como voluntad. ¨La música es una copia tan inmediata de toda la voluntad que es el mundo¨. El mundo, como voluntad, es afectividad. La música es la esencia íntima, sin pasar por la representación, la razón, el consciente, los conceptos. ¨La música no expresa nunca el fenómeno, sino la esencia íntima, el interior del fenómeno, la voluntad misma... Ella es la reproducción inmediata de la voluntad y expresa lo que hay de metafísico en el mundo físico, la cosa en sí de cada fenómeno¨. Hay pues ¨una relación estrecha entre la música y el ser verdadero de las cosas... Ella nos da lo que precede a toda forma, el núcleo íntimo, el corazón de las cosas... Ella expresa de una sola manera, por los sonidos, con verdad y precisión, la esencia del mundo, en una palabra, lo que concebimos bajo el concepto de voluntad¨. Nietzsche repetirá muchas veces la misma cosa, por ejemplo en Más allá del bien del mal: ¨La música es el intermediario por medio del cual las pasiones gozan de sí mismas¨ (§106). Por esto, parodiando una fórmula de Leibnitz que está al comienzo del capítulo citado, Schopenhauer escribe: ¨La música es un ejercicio de metafísica inconsciente, en la cual el espíritu no sabe que hace filosofía¨.
Aquí esta el punto importante para Nietzsche. La música expresa, más que cualquier otro arte, la realidad de la voluntad de poder, ella es aun trágica y melancólica, el fondo de toda vida, pero también un «estimulante de la vida» (Stimulanz zum Leben), incitación seductora a la vida (Verfuhrerin zum Leben). Se comprende por qué El nacimiento de la tragedia está subtitulada «A partir del espíritu de la música» Sin embargo, y es el segundo aspecto de la toma de posición nietzscheana con respecto a Schopenhauer, la música puede ser igualmente la traducción de la negación de la vida, conforme a la tesis de Schopenhauer según la cual el arte es por excelencia el medio de escapar a los sufrimientos de la voluntad, el medio para la voluntad de negarse y refugiarse en las ideas platónicas, paradigmas del arte. Es lo que explica el combate –a nuestro parecer de los melómanos contemporáneos, parcial, injusto y excesivo- contra Wagner, con la antítesis forzada y poco convincente entre Parsifal y Carmen. Pero lo que está en juego, según Nietzsche, es esencial para el problema de la civilización, de la afirmación dionisiaca de la vida. Esta aprobación se opone al resentimiento, a la moral, a la negación del cuerpo y de la vida, al renunciamiento, simbolizado por ¨el bobo puro¨ (der reine Tor) de Parsifal. La palabra clave de esta antítesis es un término que se ha señalado muy poco, ocurrencia frecuente bajo la pluma de Nietzsche desde Humano, demasiado humano, hasta Ecce Homo o el Crepúsculo de los ídolos. Es esta Heiterkeit. La he traducido por ¨belle humeur¨ -serenidad-, como una alegría serena y un poco desenvuelta en el corazón mismo de los sufrimientos y de los enigmas dolorosos de la vida y de las pasiones humanas. Una de sus primeras apariciones sirve para calificar la música de Mozart. Esta asociación conviene completamente a lo que Nietzsche quiere expresar: ¨El espíritu sereno, claro, tierno y ligero de Mozart, cuya gravedad respira la tranquilidad y no el terror¨. (El viajero y su sombra §165 y también §154).Es notable que Nietzsche, siempre pensando en Mozart, y en todo caso en ese tipo de música grave y serenamente alegre en medio de los sufrimientos, haya escrito hacia el 17 de diciembre de 1888 a Jean Bourdeau: ¨Cuento la serenidad entre las pruebas de mi filosofía¨, y que haya confirmado esta idea en uno de sus últimos textos publicados: ¨Conservar su serenidad cuando se está comprometido en un asunto tenebroso y extremadamente exigente, no es un asunto ligero: y sin embargo, ¿qué hay de más indispensable que la serenidad? (Crepúsculo de los ídolos, prefacio).
Se puede resumir en algunas notas fugitivas sobre el amor metafísico de Nietzsche y de su filosofía por la música con otro bello texto de 1888 sacado de Nietzsche contra Wagner, y retomado en la Gaya scienza (§368): ¨Y me planteo la pregunta: ¿Qué quiere pues, de la música mi cuerpo entero? Pues no es del alma... creó que su aligeramiento; como si todas las funciones animales debieran ser aceleradas mediante ritmos ligeros, audaces, turbulentos; como si el bronce y el plomo de la vida debieran olvidar su pesantez gracias al oro, la ternura y la untuosidad de las melodías. Mi melancolía quiere descansar en los escondites y los abismos de la perfección: he aquí por qué necesito de la música¨


¿QUÉ ES LA MÚSICA?

La música (del griego: μουσική [τέχνη] - mousikē [téchnē], "el arte de las musas") es, según la definición tradicional del término, el arte de organizar sensible y lógicamente una combinación coherente de sonidos y silencios utilizando los principios fundamentales de la melodía, la armonía, el ritmo, y el timbre, mediante la intervención de complejos procesos psico-anímicos. El concepto de música ha ido evolucionando desde su origen en la antigua Grecia, en que se reunía sin distinción a la poesía, la música y la danza como arte unitario. Desde hace varias décadas se ha vuelto más compleja la definición de qué es y qué no es la música, ya que destacados compositores, en el marco de diversas experiencias artísticas fronterizas, han realizado obras que, si bien podrían considerarse musicales, expanden los límites de la definición de este arte.

La música, como toda manifestación artística, es un producto cultural. El fin de este arte es suscitar una experiencia estética en el oyente, y expresar sentimientos, circunstancias, pensamientos o ideas. La música es un estímulo que afecta el campo perceptivo del individuo; así, el flujo sonoro puede cumplir con variadas funciones (entretenimiento, comunicación, ambientación, etc.).

Las definiciones parten desde el seno de las culturas, y así, el sentido de las expresiones musicales se ve afectado por cuestiones psicológicas, sociales, culturales e históricas. De esta forma, surgen múltiples y diversas definiciones que pueden ser válidas en el momento de expresar qué se entiende por música. Ninguna, sin embargo, puede ser considerada como perfecta o absoluta.

Una definición bastante amplia determina que música es sonoridad organizada (según una formulación perceptible, coherente y significativa). Esta definición parte de que —en aquello a lo que consensualmente se puede denominar "música"— se pueden percibir ciertos patrones del "flujo sonoro" en función de cómo las propiedades del sonido son aprendidas y procesadas por los humanos (hay incluso quienes consideran que también por los animales).
Hoy en día es frecuente trabajar con un concepto de música basado en tres atributos esenciales: que utiliza sonidos, que es un producto humano (y en este sentido, artificial) y que predomina la función estética. Si tomáramos en cuenta solo los dos primeros elementos de la definición, nada diferenciaría a la música del lenguaje. En cuanto a la "función estética", se trata de un punto bastante discutible; así, por ejemplo, un "jingle" publicitario no deja de ser música por cumplir una función no estética (tratar de vender una mercancía). Por otra parte, hablar de una función "estética" presupone una idea de la música (y del arte en general) que funciona en forma autónoma, ajena al funcionamiento de la sociedad.
Según el compositor Claude Debussy, la música es "un total de fuerzas dispersas expresadas en un proceso sonoro que incluye: el instrumento, el instrumentista, el creador y su obra, un medio propagador y un sistema receptor".
La definición más habitual en los manuales de música se parece bastante a esta: "la música es el arte del bien combinar los sonidos en el tiempo". Esta definición no se detiene a explicar lo que es el arte, y presupone que hay combinaciones "bien hechas" y otras que no lo son, lo que es por lo menos discutible.

FILOSOFÍA DEL AMOR PARA LA MÚSICA.

Por Daniel Mateos Moreno
Los conceptos sirven para limitar la realidad y convertirla en algo comprensible. Cuando esto se pierde de vista, tenemos conceptos tan amplios y que significan tantas cosas que en realidad no significan nada.
Sin embargo, algunos conceptos pueden tener muchas cosas en común. Esto es lo que ocurre con el amor y la música. No se trata de una visión romántica o romantizada: si bien la música "mueve los afectos" (o dicho en palabras de nuestro tiempo: produce sentimientos), el amor hace exactamente lo mismo. Por ello, tanto el amor como la música pueden tener en nosotros un mismo efecto, si bien la causa muy diferente.
En este sentido, sería inútil confeccionar un artículo nombrando todas las piezas instrumentales u óperas que han sido inspiradas en el amor; entre otras cosas, porque incluso para las piezas que no tratan a este sentimiento de manera explícita, probablemente lo hagan implícitamente... ¡Quién sabe las fuentes de inspiración de los autores! A veces no las conocen ni ellos mismos.
Mucho más fácil sería nombrar las óperas que en su argumento no incluyen algo que las relacione con el amor; ¡son muchísimas menos! Intentemos profundizar de una manera filosófica en el amor y dejemos de lado la idea de hacer un absurdo inventario que de poco nos serviría.
Está claro que el arte es aún más arte cuando se nutre de sentimientos, y no sólo de ideas. La mayoría de los experimentos únicamente "numéricos" de mediados de siglo (Schoenberg, dodecafonismo "intelectual", algunas piezas de Xenakis, etc.) han fracasado desde un punto de vista histórico. Y digo "han fracasado" porque no se tocan tanto ni tienen tantos adeptos como otras músicas "modernas" que no atienden al hecho estético como algo deshumanizado.
Por otro lado, no seamos pretenciosos... quizás en un futuro ésta sea la música que se escuche. Pero, sinceramente, lo dudo; en muchos de esos experimentos se sobrevaloraba la capacidad perceptiva del ser humano: aún faltan milenios de evolución genética para que nuestro cerebro pueda decodificar las relaciones numéricas complejas que puede portar una música, tal y como un ordenador podría hacerlo, y además encontrar algún tipo de belleza en ello.
Una demostración matemática no es bella en sí misma. Lo bello es la idea "genial" que se le debió ocurrir a alguien para realizarla, a la vez que bello es el placer que sentimos cuando nosotros nos hacemos partícipes de esa idea. Pero un puñado de números y fórmulas no son nada de nada. El hombre es lo realmente importante.
No crean ustedes que porque Kasparov perdiera ante Deep-Blue es acaso Deep-Blue la máquina más inteligente del mundo. Lo que sí tiene Deep-Blue es una capacidad de procesamiento, una profundidad de jugadas y una biblioteca de partidas infinitamente mayor que cualquier persona. ¡Pero qué significa eso! Precisamente la intuición, la capacidad de "equivocarse" y el amor son las cualidades que han hecho al hombre "inteligente" (han propiciado que evolucionemos y lleguemos a este momento).
La genialidad de una demostración es exactamente igual que la genialidad de una pieza musical: se trata de una idea, algo de lo que antes nadie se había dado cuenta, algo por descubrir. Muchos creen que el arte y la ciencia son cosas totalmente separadas; separaciones tales como las del trivium y el quadrivium. Sin embargo, la ciencia y el arte son tanto en su base como en su fin la misma cosa. Persiguen la transcendencia del hombre como último fin.
La gran diferencia entre el arte y la ciencia es que el arte consigue llegar al "fin" mucho antes de lo que la ciencia podrá hacerlo: el arte alcanza esa transcendencia de manera inmediata, mientras que para la ciencia aún falten unos cuantos milenios.
Está demostrado y es comunmente aceptado que las personas especializadas en la música o las letras desarrollan más una parte del cerebro que aquellas cuya dedicación exclusiva es la ciencia (la matemática), quienes desarrollan otra totalmente diferente. Precisamente por esta razón, ha sido un gran error heredado la separación entre filosofía y física, o filosofía y matemáticas. No se trata de pensar que Albert Einstein, el cual tocaba el violín, sea un modelo de personalidad investigadora, creativa, y a la vez "artística". Pero sí que puede servirnos como ejemplo de la gran importancia de la música (las "letras") y la ciencia, por igual, en la formación de una persona. Quizás por esta absurda separación no tengamos muchos más Einsteins en la actualidad. A veces las preguntas son mucho más importantes que las respuestas.
Lo dicho anteriormente no se separa en absoluto del leit-motiv de este artículo: con ello, hemos comprobado cómo la música, por tanto el arte, por tanto los sentimientos, están unidos de manera inseparable con lo intelectual. Una aparente contradicción con el principio de este mismo artículo. Pero precisamente usemos esta técnica Hegeliana para llegar a la síntesis, tras la exposición de la tesis y la antítesis.
Cualquier representación artística, cualquier expresión humana, es portadora de sentimientos, aún sin que el propio individuo lo pretendiera al realizarla. Todos sabemos que el amor es el sentimiento que más fuerte ha hecho mella en el hombre desde que tuvimos consciencia del mismo.
Profundicemos en el amor de por sí, sin relacionarlo con la música. Reflexionemos sobre algo que probablemente, dada la naturaleza del hombre, no estemos aún preparados para comprender completamente. Buscar el porqué o el cómo de un instinto propio es el hecho más inteligente de un ser: es el nacimiento de la conciencia.
Obviando la clásica pregunta (¿Qué es el amor?), deberíamos preguntarnos primeramente... ¿es el amor un hecho común a todas las especies? ¿Puede considerarse amor el acto sexual, sin más, de los leones? Y si eso no es amor, entonces ¿es amor el que se procesan las cigüeñas, simplemente porque conservan una única pareja, con la que conviven para toda su vida?
Deducimos obligadamente que el amor es mucho más que todo eso: el amor es un invento humano. Sin embargo, no por ello pierde un ápice de su relevancia, ya que todo lo que nos rodea, todo lo que somos, es un invento humano (¡mucho más humano que divino!).

Teniendo en cuenta que el amor, incluso en la especie humana, está íntimamente relacionado con la reproducción y conservación de la especie, llegamos a la pregunta más importante:
¿Son todos los sentimientos (no sólo el amor) formas "evolucionadas" que poseen los individuos de una especie para obrar de manera natural?
Observemos el amor desde un punto de vista biológico.
Hay quien piensa que la selección natural es un hecho más que presente en nuestra sociedad actual. La belleza física e intelectual son elementos que igualmente pueden atraernos de alguien. Sin embargo, lo más natural es que alguien que nos parezca bello físicamente sea objeto fácil de nuestro amor. Quien niegue esta afirmación está negando la existencia de enfermedades como la anorexia, y a la vez niega que en el cine y en la televisión no hacen más que presentarnos modelos "físicos"-humanos  ideales hacia los que se orienta la sociedad inconscientemente. Sin embargo, aquí se olvida que la belleza más profunda no se suele mostrar a primera vista. A veces, el amor no es capaz de ver ni la belleza ni la fealdad que permanece escondida; justamente, el artista es aquel que es capaz de ver lo bello en lo que otros no ven nada.
La separación griega entre sentimientos y voluntad como fuerzas contrapuestas, lucha de contrarios propia de la filosofía alemana, ha marcado claramente la evolucion de nuestro pensamiento actual. Esto nos llevaría a preguntarnos... ¿sienten de manera diferente el amor otras culturas avanzadas, como la China, la Hindú, la sudamericana, que nosotros los Europeos? Investigando un poco descubriremos que todas las culturas poseen cánticos y poesías populares sobre maneras más o menos evolucionadas de amor: desde tribus africanas que aún viven en el Neolítico, pasando por la música balinesa, hasta la cultura Mongol. Lo cierto es que, paradógicamente, tenemos muchos más parecidos que diferencias, sobre todo en los sentimientos. Cualquier persona que no se dé cuenta de la fugacidad de su vida, que no haya reflexionado sobre el amor, que discrimine a los demás por su raza o que piense en separatismos fanáticos, esa persona necesita alicates para abrir su mente a la realidad.
Pasemos a un plano mucho más material, más cercano, y por tanto más opinable... ¿Cómo se refleja el amor en el arte?
El pintor se libera en el color y en el aura que imprime a su cuadro (sus pinturas adquieren un carácter "mágico"); su amada queda reflejada como una diosa para la posteridad (Gala pintada por Dalí, la Mona Lisa, las Majas, etc.); de la misma manera, cuando tiene un desamor, se refleja igualmente, a veces en una pintura tenebrista o que de alguna forma nos deja ver su estado de ánimo. Pobres de aquellos artistas que dedican su obra al amor y no son correspondidos; de esta manera, ese sentimiento quizás pasajero, perdura para siempre como un espejo de aquel momento que hiere nuestro corazón, a la vez que perpetúa a personas que probablemente no merecían la pena (¡No es el caso de Brahms y Clara Wieck!).
El escritor lo tiene muy fácil para expresar sus sentimientos, pues la palabra amor o desamor nos recuerda, a todos, versos que han marcado nuestra existencia.
¿Y en la música? La música como arte por excelencia (arte de las artes) representa el mayor de los exponentes posibles de amor. Sería evidente decir que son cientos, miles, las piezas compuestas por y para el amor.
Ahora, pecando de presuntuosidad, expondremos una aparente paradoja: Quizás la descripción más científica, más exacta, que pueda existir de algunos hechos son los propios sentimientos. Cuando Tchaikowsky o Prokofiev compusieron su Romeo y Julieta, o Ginastera su "danza de la moza donosa", o cuando yo mismo compongo y estoy enamorado... ¿creen que es más fácil el hecho de componer? ¿Se purifica de alguna manera la conversión de sentimientos en música? ¡No! ¡Componer enamorado es la tarea más difícil que existe en este mundo! Es el mayor momento de inconformismo del artista con su propia obra. A esto se suma que cuando uno crea inspirado en alguien, dedicándole a alguien su creación, debe utilizar un lenguaje que le sea comprensible, porque se está escribiendo un mensaje previamente dirigido.
Para crear se necesita la cabeza fría. Sin embargo, y quizás porque las cosas más bellas y significativas de la vida son casi siempre breves, la poca música que uno compone en ese estado encierra tanta belleza como ese sentimiento que se clava en el corazón.
El amor y la música no son sólo inspiración, sino también inteligencia, conocimientos y fuerza de voluntad. Saber amar es un arte. Saber apreciar la belleza en la música también es un arte. Ser músico significa esto último más que cualquier otra cosa; mucho más que saber leer una partitura (lo cual parecería ilógico).
El romanticismo irracionalista es tan absurdo como el racionalismo antirromanticista. Amar a quien no te ama es algo carente de sentido lógico, incluso carente de sentido emocional, y que puede hacernos mucho daño. Sin embargo, ¿quién no tiene o ha tenido un amor platónico/no correspondido? En realidad el hombre no es un ser lógico.
A cuento de ello, las óperas nos reflejan historias de infidelidad y desamor tanto por parte masculina como por parte femenina. Sin embargo, debido al machismo existente hasta hace muy pocos años, la mujer aparece como prostituta (mujer poco virtuosa) y el hombre como Don Juan (hombre bien dotado).
Sin embargo, en Don Giovanni de Mozart, la joven Zerlina se enamora de Don Juan sólo por su casta (pertenecía a la nobleza) y porque éste le promete fidelidad y estabilidad económica, abandonando sin pensarlo ni un momento al que iba a ser su marido (un simple  campesino). ¡Quizás Don Juan era Don Juan (en esta historia) porque las mujeres así lo deseaban!
Probablemente el hombre siente diferente el amor que la mujer (tal vez por simple constitución biológica), aunque es seguro que los criterios machistas inherentes a la sociedad habrían de reflejarse también en el arte. Pero como todo lo popular, siempre conlleva algo interesante para la reflexión. Ciertas óperas o ciertos ballets nos muestran a un hombre muy guiado por sus sentimientos, incluso a la hora de la infidelidad, guiado por sentimientos sinceros a la vez que primarios. La mujer se nos presenta con un alma más sibilina, más taimada, más insegura de sus propios sentimientos, poco sincera consigo misma y guiada por lo terrenal. Suele darse en esas historias un hombre el cual se enamora y ha de cortejar a la mujer, la que al final acaba rendida en sus brazos.
El concepto de amor, al igual que la música actual, es algo en continua evolución, inseparable de la evolución del propio hombre. Por ello, estos significados y connotaciones de amor expuestos en las óperas y en el arte han influido y probablemente aún influyen en el sentimiento de "amor" que todos sentimos, a manera de un inconsciente colectivo, y de esa manera, muchas veces estas óperas están llenas de verdad.
Parece simple, utópica y a la vez cargada de sentido la idea de que el amor es la solución universal, piedra filosofal arquimista, para todos los problemas que existen en el mundo. Dado que amar es un arte (véase Erich Fromm: "El arte de amar"), probablemente no todos estemos preparados para amar, al igual que no todos tenemos dones para tocar el piano o para estudiar matemáticas. Amar demasiado es un problema. Amar poco, también.
Tras este conglomerado de ideas unidas por un hilo tendido entre lo lógico y lo intuitivo, a la espera de que hayamos reflexionado sobre el amor y la música, finalizaremos con un poema de Becquer. Así imagina el compositor a su amada tocando su música; así debió imaginar Schumann a Clara, o Liszt a Marie d'Agoult y a la Princesa Carolyne von Sayn-Wittgenstein


sirenas adormecidas
que evoca tu blanca mano,
no esparcen al aire en vano
el melancólico son;
pues de la oculta mansión
en que mi pasión se esconde,
a cada nota responde
un eco del corazón.